Hace seis décadas, Pepsi desató una ola de entusiasmo con una promoción vinculada a los Juegos Olímpicos de Tokio 1964. En aquellos días, la marca no solo llevó su oferta a las tierras de Japón, sino que se extendió por todos los rincones del planeta: desde Latinoamérica en paises como México, Guatemala, Colombia, Brasil y Chile hasta lugares más remotos como Australia, Filipinas y Sudáfrica, capturando la imaginación de los aficionados al deporte en cada continente.
La esencia de la promoción era simple pero significativa: intercambiar un número determinado de chapitas (en nuestro país debían tener los emblemáticos anillos olímpicos) junto con una pequeña suma de dinero, por una figura en miniatura de un atleta. Este gesto no solo premiaba a los coleccionistas, sino que también apoyaba a los deportistas, ya que el dinero recaudado, Pepsi lo destinó para el comité olimpico de cada pais con el fin de solventar los gastos de los deportistas en Tokio ’64.
La colección estaba compuesta por diez figuras representando diversos deportes como fútbol, pesas, natación, tiro, esgrima, carrera pedestre, lanzamiento de jabalina, lanzamiento de disco, boxeo y saltos ornamentales. En nuestro país, los modelos más populares eran de plástico color marfil, con ediciones en plateado y dorado que añadían un toque de distinción.
Hoy, mientras vivimos los Juegos Olímpicos de París 2024, es inevitable sentir una melancólica conexión con aquel pasado, recordando cómo un simple gesto de apoyo de Pepsi pudo unir a tantas naciones bajo el espíritu olímpico. Hoy, una nueva generación de atletas sueña y están listos para hacer historia en una nueva era de Juegos Olímpicos.
